¿La custodia se puede compartir?

Sí se puede. Para abundar de esto, habría que empezar por definir qué es la custodia. En virtud de la custodia, una persona (o centro de asistencia social) asume el cuidado y atención de un ser humano así como de sus objetos de uso personal.

La custodia siempre es en beneficio directo de su destinatario, y faculta a quien la ejerce, determinar límites y normas de conducta.

Para efectos de este artículo, por “destinatario” de la custodia entenderemos los hijos de la pareja. Aunque desde luego la custodia también puede ser ejercida sobre un mayor de edad, para el caso de que este no pueda pueda valerse por sí mismo en atención a su estado mental o físico.

Atendiendo al concepto de custodia antes referido, en condiciones normales lo ideal para el menor de edad es que sus 2 padres continúen ejerciendo sobre él la custodia. Para efecto de que haya ese equilibrio donde tanto el padre como la madre cuiden del menor, y forjen su conducta.

Desde luego, que si alguno de los 2 progenitores resulta inapto para ejercer la custodia (por vicios, problemas mentales, etc.), lo jurídico es que solo ejerza la custodia que sí es apto. Y quien no tiene la custodia, solo ejerza su derecho de “convivencia”. En los tiempos y límites necesarios para que esa convivencia no afecte al menor, y le permita gozar de la compañía de ese progenitor(a) que no ejerce custodia sobre él.

El término custodia se suele confundir con el de “con quien duerme el menor”. O “con quien duerme la mayor parte de la semana”. Son conceptos distintos. Es posible que los 2 progenitores ejerzan la custodia de manera compartida, y que el menor duerma toda la semana con la mamá (por dar un ejemplo).

La decisión relativa a “con quien va a dormir el menor”, se deberá en función de lo que se considere mejor para el desarrollo integral del menor. Si duerme más noches con la mamá, con el papá, mitad y mitad, o la opción que dicen es la menos agresiva para el menor: que el menor no cambie de casa, y sean los papás los que se intercalen noches en “la casa de los hijos”. Y sean los papás los que tengan que ir de una casa a otra.

Las implicaciones económicas de la última opción son evidentes. Pero es igualmente evidente la justificación en términos de justicia: ¿los hijos qué culpa tienen de la separación?

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